Skip to main content

Al escribir esto, lo hago en un estado de reflexión, desde lo más profundo de mi cabeza, corazón y espíritu. Todo es genuino. Sentí la necesidad de escribir esto sin razón alguna; solo quería expresarme.

Desde que emprendí Peyote, he tenido todo en contra y todo por perder. Desde el inicio, me encontré con obstáculos financieros, del mercado y emocionales que repercutieron en mi cabeza. Aun así, el mundo de mis deseos se mantuvo intacto, porque este es mi sueño. Mi mente comenzó a distorsionarse. Sabía que el camino de emprender era y es difícil. Valió verga, decidí enfrentarlo. Éramos, somos y seremos Peyote y yo contra todo — inclusive contra mí mismo. Eso no cambia la idea de Peyotear hasta el final de mis días. La verdad, sería muy aburrida mi vida si no pudiera crear y expresar lo que tengo para decirle al mundo. Yo sé, cada uno es responsable de su proceso (no es necesario que me lo repitan). Mientras pasa todo eso, también se juega a la vida, tipo los Sims.

Ahora que lo pienso, han pasado tantas cosas desde la última vez que escribí un blog (junio de 2022), justo antes de irme a pasar unos meses en New York City para visionar y sentir cuál era mi nuevo objetivo en la vida. De esa forma, podría acercarme cada vez más a mi sueño imaginado: ese que vivo mientras estoy existiendo en el día, ese que deseo en la noche justo antes de dormir, y ese mismo que maquino mientras duermo.

Porque, si lo piensas, la mitad de nuestras vidas la vivimos cuando estamos en cama con los ojos cerrados, sin saber si vamos a volver a despertar.

Mi paso por Nueva York me cambió la perspectiva del mundo. Fue un periodo corto, pero tan, tan chimba esa mini aventura newyorkina… era algo que necesitaba hacer. Fue mi momento de verdad. Me medí contra la fckn capital del mundo y, como siempre, con ese impulso que me caracteriza para lanzarme a nuevas aventuras de la noche a la mañana, le di la confianza a mi suerte peyotesca. Con la bendición de mi abuela y de mi mamá, nada podía salir mal.

Por primera vez en mi vida, me sentí libre. Sentía que podía lograrlo. Me sentía inspirado. Mi intención nunca fue el sueño americano, y no les miento: ganas no me faltaron de quedarme. Todo se estaba dando, pero sabía que tenía una responsabilidad aquí, con lo que creía que era correcto hacer.

Volviendo a mi capítulo de newyorker, como artista y creativo que soy, para mí era como estar en una movie con todos mis artistas favoritos alrededor. Estaba atrapado en la ciudad donde todo es posible, y se sentía de puta madre. Esa ciudad y yo tenemos una conexión mágica: rebeldía, caos, arte, moda, música, cultura e inspiración. Esa ciudad tiene infinitas oportunidades para quien sepa buscarlas. Conocer gente de todo el mundo, con tantas culturas, me hizo rico —y no literalmente.

Conecté con personas de la nada, que al escuchar quién era yo y decir: “¡Hola, soy Peyote!” —porque sí, ahora me identifico con mi seudónimo para dejar atrás mi nombre de pila (aunque ya no sé si me reconozco como Felipe)—, a veces extraño que me traten como tal, pero es inevitable. Mis amigos me dicen así, ustedes me dicen así, incluso algunas chicas con las que salgo me dicen Peyote, hahahaha, y es como “duhhh”, se siente como si hablaran conmigo y no con Felipe. A veces no sé qué personalidad usar. ¡Ya sé! me toca hacer un híbrido de personalidad.

Volviendo al punto: decir que era Peyote generaba algo mágico. De inmediato la otra persona sentía interés o curiosidad por este loco, que sé yo. O como me dijeron por ahí: “eso es aura, brooo!”.

Viví experiencias interculturales que me enseñaron a ser mejor persona, porque crecí y abrí mi mente. También me dieron una lección de ego, que fue como si me clavaran una puñalada al pulmón con una perforación de 9 cms. Se me llenó el pulmón de agua y entendí que con mi ego no iba a llegar a ningún lado.

El caso es que me di cuenta de que pertenecía a ese lugar, a ese modus vivendi.

Me pasaron cosas inesperadas solo por caminar por la calle: la gente me decía que les gustaba mi estilo, mis gorras, y en verdad que eso lo guardo en mi cora. Porque ir a Manhattan a caminar por sus calles era vivir toda una experiencia in real life de cómo es una pasarela de moda, y las personas no escatiman en elogiarte el style o algo que tengas que llame la atención. Fue en ese momento que supe que allá debería estar algún día, y así me lo prometí: no voy a descansar hasta llegar allá.

A veces pienso que mis sueños son tan grandes que no caben en la realidad, pero nada es imposible en mi cabeza cuando todo depende de mí… yo ya lo imaginé, y ustedes también lo imaginaron conmigo.

Volví a Bogotá inspiradísimo, con muchas ganas de repartir magia por doquier, porque mis objetivos habían cambiado. Tengo un nuevo sueño por cumplir.

Pero de nuevo me choqué a 260 km/h. Fue tan duro que sentí como si saliera volando por el panorámico del carro, diera vueltas en el aire y cayera contra el pavimento… sin zapatos, y mucho menos con gorra.

Me encontré con mi viejo enemigo, el mismo problema que he tenido durante este tiempo: mi talón de Aquiles, la figura del proveedor. Cometí errores de los cuales no aprendí la lección… y se repitieron. No haber consolidado ese aspecto fundamental de mi negocio hizo que todo el ciclo de operación y funcionamiento se volviera lento, y eso lo vuelve estático — un problema grave en el negocio de la moda.

Me decepcioné tanto ese 2023 que se sintió como si me cayera ácido en los ojos, hasta derretirlos por completo y quedar ciego, al punto de perder mi propia visión imaginaria. Entonces me dije: “lo intentaré una vez más, pero ahora voy a cambiar radicalmente las cosas”. Y así fue como terminé esa relación tóxica que tenía con ese proveedor en particular.

Lo que me mantuvo firme en el proceso fueron ustedes, mis Peyotes. Ustedes me salvan. No me dejaron morir en mi peor momento y estuvieron ahí, firmes, metiendo moral y fieles a comprarme cositas chimbas que hago con mucho amor… para sus cabezas.

Al final, mi propósito en la vida es llevarle mi magia al mundo a través de mi arte.

El 2024 me cogió medio motivado. Sabía que tenía que cambiar las cosas para salirme de esa zona de confort tan cula en la que estaba.

Empecé a buscar un nuevo proveedor porque ya tenía una colección diseñada y no podía dejarla perder. Finalmente, creí haber conseguido un proveedor serio, que cumpliera con sus plazos de entrega y me permitiera establecer un calendario para todo el año, lo que facilitaría sacar más colecciones.

Pero ahí fue cuando volvieron mis fantasmas del pasado, ahora convertidos en un peleador de artes marciales mixtas de 110 kg… y ahí estaba yo, cara a cara con mi archirrival. El combate comenzó. Gané el primer asalto ligeramente, le estaba sacando una ventaja en diferentes aspectos. En el segundo round, él salió más decidido y con un par de golpes me desestabilizó los sentidos. Empecé a sentir el efecto de sus golpes en mi cabeza. No me podía rendir, así que saqué todo mi arsenal para doblegarlo y vencerlo de una vez… pero no fue así. Resistió mis ataques feroces. Comenzó el último round de la contienda. Ya tenía miedo, porque sus golpes empezaban a afectar mi resistencia.

Hasta que, en el último suspiro de la pelea, bajé la guardia. Me dio un traque que me hizo KO, tirado en la lona: sin un par de dientes, moreteado, con las orejas hechas mierda, chorreando sangre por la nariz y con un trauma cerebral tan fuerte que pensé que no iba a poder levantarme de nuevo.

Ya no me estaba sintiendo feliz con mi sueño.

Entonces recordé lo que dijo Crudo: “amanecí odiando mi sueño, esa mierda solo trae estrés…” Estuve a punto de rendirme y mandar todo a la mierda. Pero, como siempre, las señales de dios, la vida, el universo —como quieran llamarle— me hablaban, y yo siempre sigo mi intuición.

Ese nuevo proveedor terminó siendo igual que el anterior: incumplido con sus fechas de entrega, tanto en las muestras como en la producción de la colección. Además, tuvo errores de calidad en casi la mitad del número de unidades, y encima no respondía. Se escondía como un cobarde para no darme la cara por su incumplimiento.

Todo eso me volvió a pasar porque cometí el mismo error que antes: confiar demasiado en la palabra de una persona. Y así, mi ciclo de crecimiento se vuelve más lento, porque básicamente estoy lanzando una colección por año. Y así no sirve, no funciona, no es rentable en el mundo de la moda. Por lo menos debería sacar 3 colecciones al año y apoyarme con un par de drops para que el negocio sea sostenible en el tiempo. Pero todo esto solo se logra produciendo. Y eso es justamente lo que estoy buscando: alguien que me trate serio y con compromiso.

Muchos microempresarios, que tienen su propia cadena de valor, no entienden realmente lo que significa conocer y respetar a los actores de su negocio. Aquí se piensa de una forma muy individual; a la gente le vale culo quedar mal, sin pensar en el impacto que eso genera en los tiempos de una marca de moda —y más cuando tu producto estrella es el único que tienes en el portafolio.

Yo sé, me dirás: “Pero Peyote, ¿por qué no sacas otros productos entonces?” Y te respondo: es una terquedad mía pensar que puedo ser el mejor y el más áspero haciendo gorras, y vivir solo de eso en un país que no entiende ni consume moda, y mucho menos apoya a sus marcas locales para incentivar y promover la producción nacional. Siempre con la excusa del precio. Pero sé que no es solo eso. Lo que realmente pasa es que a la gente le falta atreverse a ser ellos mismos, dejar de pensar en el qué dirán, en si se ponen tal cosa o tal color y que van a decir de mí. ¡Jueputa, chúpenlo en serio!

Y sí, también he visto marcas locales con precios que uno dice: “WTF, ¿cómo así que esta gorra cuesta 160 mil pesos?” Y yo hago cosas mucho mejores, con un precio razonable… entonces me cuestiono y me digo: «¿será que lo que estoy es perdiendo plata, o khe putas?» Porque, pensándolo bien, mk esas gorras sin personalidad, con un diseño casual que no dice nada —y ni pensar cómo las envían— no deberían valer toda esa luk, jummmm. Pero bueno, allá cada uno en lo suyo.

Por esa razón decidí subirle el precio a las gorras a partir de lo siguiente que haga. Mentirissss, subirá lo de la inflación y ya. Así es como el precio de un producto se mantiene estable en el tiempo… o bueno, a menos que le meta un par de detalles más a las gorras que eleven su costo de producción de momento. Porque sí, aún me falta perfeccionar mi producto estrella para dejarlo estandarizado e irrepetible, sin posibilidad de hacerle réplica ni copia porque la magia de Peyote es original. Gorras Limitadas & Hechas Una Vez, que solo las pueden conseguir en www.peyoteco.com — haz click y compra tu peyote fav — de esa forma apoyas a tu dealer de gorras local.

Hahahaha, cómprame, quiero vivir de mi arte.

Recuerden esto: “Lección aprendida, lección no repetida. Lección no aprendida, lección repetida.”

El 2025 ha sido un año revelador y de mucha claridad. Pero todo ha sido posible gracias a mi nuevo estado de mente y espíritu. He estado intentando reconectarme conmigo mismo, aprendiendo de mis errores, desaprendiendo lo que creía saber… porque, al final, de eso se trata la vida de un artista: de volver a empezar, siempre desde cero.

Y siendo sincero, ni yo mismo me creía que fuera un artista. Pero empecé a creérmelo otra vez. Dejé atrás ese pensamiento limitante y comencé a sentir que yo soy Peyote.

Recuerdo muy bien el momento exacto en que me di cuenta de que era un artista. Fui al McDonald’s de la 127 a comer una munchies, cuando llega el mesero a la mesa y, antes de ofrecer el servicio, suelta la pregunta:

— “¿Ustedes son artistas?”

No les digo… las señales, gente. La verdad, no sé por qué lo preguntó. Estaba con otro ser mágico, y ella, sin asco, le responde:

— “Él sí” (si lees esto, gracias <3).

Mientras tanto, yo con la cabeza hacia abajo, tratando de ocultarme, sin reconocerme aún como tal… o tal vez sí.

¿Recuerdan lo de New York? Pues bueno, mi ego había aprendido que no debía sentirme superior por ser artista. ¿Por qué? Porque entendí que ayudar a otros a brillar es lo que me hace especial. El éxito no me pertenece solamente a mí, sino también a todos los que han trabajado conmigo. Y con eso estoy bien.

Nunca he sido de esas personas que les gusta figurar y llamar la atención. Siempre he sido una persona bajo perfil. Me gusta que mi arte —o mis acciones— hablen por sí solas. Pero es inevitable tratar de ocultar lo que soy y lo que hago. Ser Peyote y repartir magia es mi misión al estar aquí y ahora en este plano. No me gusta hablar de mí. Me cuesta ser el centro de atención. Pero, de algún modo, siempre se termina hablando de mí sin saber realmente de mí. En cada conversación, en cualquier grupo, incluso cuando no estoy presente. Siempre me entero por otros que alguien mencionó mi nombre.

Es algo que no busco, pero que siempre me encuentra…

Como diría el filósofo ibaguereño Querubín Rebelde: “Presencia y plata” hahahaha.

Es inexplicable, lo sé. Es como si fuera víctima de mi propio invento. Ahora lo asumo y me identifico como artista.

Lo que realmente amo es verlos a ustedes por la calle con algunas de mis Peyotes. Eso me da felicidad. También cuando me etiquetan en las fotos, me alegra un montón. Y cada vez que nos encontramos en lugares o eventos donde me reconocen, me emociona aún más. El simple hecho de ver sus caras felices al verme, o escuchar las cosas increíbles que me dicen, me marca profundamente. La verdad, no sé qué he causado para que me admiren de esta manera, sin conocerme realmente por esto que hago.

Pero, sinceramente, eso me importa más que cualquier otra cosa en mi vida. Estoy acostumbrado a dar mucho y recibir poco. Todo esto me hace sentir especial.

Para que sepan, cada gorra que ustedes llevan en la cabeza es parte de la historia de mi vida. Siempre hay un mensaje que quiero entregar al mundo, porque justo ahí, en sus cabezas, hay un trasfondo personal que habla de mis experiencias, emociones y pensamientos en diferentes capítulos de la historia de mi vida. Lo que realmente busco es transmitir todo eso que siento a través de un concepto que se identifique con cada uno de ustedes, por medio de cada diseño, foto, video o texto que creo. Porque nací para expresarme a través del arte. Hay palabras que no me atrevo a decir con mi boca, entonces me toca reflejarlas como sea.

Para mí, crear es inevitable, es mi adicción. No puedo vivir sin ello, me da abstinencia si no lo hago. Es mi esencia. Ahora solo les pido un poco de paciencia. Estoy cocinando un dropsito muy chimba en el que estaré innovando en varias cosas que espero les guste. Pillen que hace unos dias sentí que ya es hora de una evolución en Peyote. Después de 7 años, hay cosas que ya no me traman, y es hora de volver a empezar.

También me encuentro en un momento de autorreconocimiento y evolución personal, especialmente con mi espíritu. Siento que hay vientos de cambios, y como siempre, voy contra la marea. Soy como Neo en Matrix cuando le dicen que siga al conejo blanco… estoy buscando una respuesta a una pregunta que me guía, y sé que esa respuesta me está buscando a mí. Estoy seguro de que me va a encontrar, porque así lo quiero.

No veamos la vida como algo que va a durar toda la vida.

Hay tiempo para aprender, hay tiempo para equivocarse, hay tiempo para caerse, hay tiempo para levantarse, hay tiempo para hacer algo por amor, y solo por amor, no por dinero. También hay tiempo para encerrarse a crear las cosas para hacer dinero. Y, por supuesto, hay tiempo para amar(te).

Gracias por leerme, por apoyarme, por comprarme las gorras, por sus palabras y por creer en la magia de Peyote durante estos casi 8 años de MagicTrip.

No sé cuál sea mi destino, la verdad, no sé qué pueda pasar en el futuro próximo ¿Le tengo miedo? No. Es lo que hay. Lo bueno de no tener un plan B es que pongo toda mi energía al único plan que existe. No le estoy dando más opción a la vida… ya descubriremos donde voy a terminar con todo esto. Y no importa si muero intentándolo.

Les amo desde lo más profundo de mi hipotálamo, y, de nuevo, gracias infinitas por estar aquí.

P.D. Verlos triunfar también hace parte de mis sueños. No lo olvides mi Peyote.

¡Dímelooo! 🤠